Por: Liljana Sekerinska, especialista senior en transporte, Banco Mundial e Ignacio Sanchez D’Ocon, Consultor del Banco Mundial.
La enorme extensión geográfica del país (el octavo país más extenso del mundo) y la distribución irregular de la población confieren al sector del transporte un rol de vital importancia como eje vertebrador y cohesionador de las regiones, así como facilitador del acceso a las oportunidades de empleo y servicios básicos, especialmente relevantes para las comunidades rurales.
La infraestructura de transporte, por tanto, contribuye directamente al desarrollo del país. El potencial argentino de exportación es sustancial en sectores como la agricultura, la minería o los derivados de hidrocarburos. Por ejemplo, en la temporada 2019-2020, Argentina produjo 49,6 Mt de soja y fue el tercer exportador de este producto en el mundo. Sin embargo, la capacidad de crecimiento de este y otros sectores se ve condicionada por la situación de las infraestructuras viales y logísticas, lo que repercute directamente en los costos a asumir. El deficiente estado de las rutas implica altos costos logísticos, entre los mayores de América Latina. Esta situación tiene un impacto directo al penalizar la competitividad de las exportaciones y elevar los precios domésticos, en un país que depende fuertemente de las infraestructuras viales, ya que gran parte de las mercancías se transporta internamente en camiones (los datos de 2018[1] muestran que 88% de las 205 mil millones de toneladas-km producidas se transportó por carretera). Revertir esta situación se convierte entonces en prioritario para la mejora de la competitividad logística y el desarrollo del país. Se ha demostrado que, por cada US$1 dólar adicional en demanda en el sector de la construcción vial, se genera un crecimiento de la economía general de US$2,1, considerando efectos directos e indirectos[2].
Aquí analizamos cinco acciones clave para potenciar las inversiones viales:
Aumentar la conectividad: Resulta necesario invertir en enlazar a comunidades aisladas y pobres con mejores servicios (educación, sanidad, comercio, etc.) y brindar mayores oportunidades de empleo a trabajadores con menor formación y menores ingresos. Estas inversiones ven multiplicado su impacto en regiones con menor nivel de desarrollo y mayores concentraciones de grupos vulnerables, como sería el caso del noroeste argentino, al potenciar el acceso de la región al resto del país y mejorar la condición de una red que suele presentar niveles más elevados de deterioro. Inversiones como el Proyecto del Corredor de Desarrollo Vial del Noroeste, que con financiamiento del Banco Mundial busca mejorar, rehabilitar y mantener este importante corredor vial, se alinean de manera clara con estas ideas. Además, la Dirección Nacional de Vialidad introdujo la planificación y programación del mantenimiento periódico basado en un análisis de red a nivel nacional (utilizando el modelo HDM-4 y datos recolectados sobre el estado de las redes y un sistema de cálculo de aceras y puentes), y también mejoró la planificación y el control del gasto público, con la implementación de un sistema para rastrear los costos de construcción y mantenimiento de carreteras.
Priorizar en base a múltiples factores: Las inversiones, no obstante, no deben limitarse únicamente a la ejecución o mejora de la infraestructura vial, sino que deben estar acompañadas de toda una serie de medidas de generación de capacidad y de fortalecimiento institucional correctamente enfocadas, que garanticen la perdurabilidad a más largo plazo. Se debe asegurar una gestión de la red vial para determinar cómo definir y priorizar las inversiones a corto y largo plazo. Una forma de tomar decisiones de manera eficiente es priorizar en función de una evaluación multi-criterio, que no solo tenga en cuenta el impacto económico (costos y beneficios), sino otros factores como el impacto social y ambiental, el estado actual de la ruta existente, las necesidades de las comunidades cercanas, etc.
Gestionar: Para gestionar adecuadamente la infraestructura existente, las entidades correspondientes (La Dirección Nacional de Vialidad y sus equivalentes Provinciales deben contar con sistemas de gestión de activos viales o RAMS, por las siglas en inglés de Road Asset Management System. Estos sistemas permiten la recolección de datos actualizados sobre la condición de las rutas y el tránsito en ellas, y facilitan la realización de un diagnóstico para planificar las inversiones. El Proyecto de Infraestructura Vial del Norte Grande, con apoyo del Banco Mundial, sirvió para incorporar estas herramientas de gestión vial en cinco provincias del país: Chaco, Santiago del Estero, Jujuy, Tucumán y Salta. Gracias a los datos recopilados por el proyecto, las Direcciones Provinciales de Vialidad tienen ahora la capacidad de analizar las necesidades de inversión en la red.
Mantener y rehabilitar: Experiencias internacionales nos muestran que un mantenimiento periódico de las rutas genera enormes beneficios económicos, en lugar de invertir únicamente cuando ocurre un deterioro significativo. Actuar de manera regular y a tiempo puede generar grandes retornos: por cada dólar empleado en mantener las rutas, se ahorran hasta US$4 en rehabilitaciones futuras[3].
Adaptarse al cambio climático: El creciente desafío del cambio climático requiere de un compromiso de los países hacia la idea de “reconstruir mejor”, enfocando los esfuerzos en la adaptación al cambio climático y la resiliencia climática. Se calcula que las pérdidas económicas motivadas por los riesgos climáticos proyectados a futuro puedan alcanzar entre un 4,5 y un 7% del PIB argentino[4], lo que alerta sobre la necesidad de proteger las infraestructuras viales ante una amenaza que empeora cada año y que afecta seriamente a la capacidad logística del país. Un buen ejemplo es la Ruta Nacional 7, uno de los principales corredores del Mercosur, que tuvo un segmento inutilizable durante más de un año porque el nivel de la Laguna La Picasa no cesaba de aumentar por las lluvias intensas en la zona. Esto obligó a que diariamente unos 4.000 vehículos realicen un desvío de 165 km, incrementando notablemente los costos logísticos. Ante esta situación, el Gobierno argentino decidió trabajar con el Banco Mundial para identificar riesgos en el sistema de transporte debido a eventos climáticos extremos, y desarrollar una herramienta digital de visualización de los resultados.
En definitiva, buenas infraestructuras viales, correctamente gestionadas y mantenidas, con capacidad de resistir los impactos crecientes de los eventos climáticos extremos, son fundamentales para la logística y, por extensión, para la economía del país. Invertir en el sector vial tiene un retorno muy positivo, con un marcado carácter social y de mejora en la calidad de vida de las personas, puede brindar oportunidades de trabajo a muchas personas y fomentar una mayor actividad en la economía en general. Las inversiones deben realizarse de una manera eficiente, acompañando las obras civiles de mejora de la capacidad y de herramientas adecuadas de gestión y mantenimiento. La experiencia internacional así nos lo indica: la condición de la red vial y los esfuerzos en mantenerla y mejorarla nos marcan el camino de un país productivo.
[1] https://www.argentina.gob.ar/transporte/cargas‐y‐logistica/estudio‐nacional‐decargas/
estimacion‐particion‐modal‐cargas‐domesticas
[2] Banco Mundial. 2021. Jobs and Distributive Effects of Infrastructure Investment. © Banco Mundial.
[3] Banco Mundial. 1988. Road Deterioration in Developing Countries. © Banco Mundial.
[4] Comisión Económica para América Latina y el Caribe. 2014. La Economía del Cambio Climático en la Argentina.
Nota publicada en RevistA Énfasis Sudamérica edición septiembre 2021. Ingresá aqui.
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