Qué tienen en común un automóvil importado con una botella de malbec? Ambos son productos de alta gama y, hoy en día, están más unidos que nunca por extrañas razones que hacen a la balanza de pagos del comercio exterior argentino. Es que, por una norma no escrita de la Secretaría de Comercio, para poder importar, hay que generar exportaciones, ya sean propias o ‘por cuenta de terceros’, según reconocen fuentes del mercado.
Uno de los atajos para conseguir permisos para importar (o la aprobación de la Declaración Jurada Anticipada de Importación, DJAI), es ‘compensar importaciones’ en alianza con algún exportador. Las hay para todos los gustos. Una concesionaria de motos exporta limones y un importador de jacuzzis empezó a vender monturas de cuero artesanal en los países árabes. En tanto, una firma de electrónica compró una pesquera pyme para compensar sus importaciones de pantallas LED y equipos de audio con exportaciones de merluza, explican fuentes del sector consultadas para esta nota. La premisa es demostrar que estas exportaciones son ‘incrementales’, lo que no siempre es el caso.
All Trade Food es una consultora porteña que, tal como sucede con otros casos, organiza estas ‘alianzas’ entre productores de alimentos de las economías regionales con importadores. “Las operaciones de compensación de saldos exportables crecieron entre un 20% y un 30% en los últimos años”, destaca Oscar Tantucci, uno de los cuatro socios de la compañía entre cuyos clientes figuran empresas como Zanella, Motomel, Corven y Michelin. “Desde hace dos años, viene creciendo la modalidad de clientes importadores que equilibran su balanza comercial, con exportaciones propias o alianzas con un productor de una economía regional”, agrega Tantucci.
En el sector de commodities hay entre 30 a 40 players tradicionales que trabajan desde hace años. “Mientras, para las economías regionales, hoy hay casi 10 actores que hacen de traders, entre los cuales estamos también nosotros”, sintetiza Tantucci. El CEO de All Trade Food reconoce, sin embargo, que en base a las condiciones a las que debe responder el mercado actual, varias importadoras entraron al negocio. “Hay una oportunidad, como se ve en la aparición de nuevos jugadores que, para compensar, deciden armar una estructura de trading”, concluye.
“La posibilidad de compensar importaciones con exportaciones de otro rubro genera beneficios para las economías regionales”, afirma, por su parte, Ramiro Podetti, consultor en Comercio Exterior y docente de la Fundación de ICBC (ex Standard Bank).
“Los importadores financian el capital de trabajo o maquinaria para ampliar la producción y, muchas veces, al tener un gran conocimiento de los mercados externos, generan nuevos clientes para los productores”, destaca Podetti.
Mediante estos acuerdos, los exportadores logran, además, una suerte de ‘devaluación a medida’. Obtienen dólares por sus exportaciones y cobran, además, una comisión a los importadores. “Así, la importación subsidia a la exportación”, se queja Miguel Ponce, vocero de la Cámara de Importadores (CIRA).
Una campana adicional llega desde el lado de los despachantes de aduana. “El comercio exterior cayó un 50% el último año. En muchos casos, ni siquiera exportando, aprueban las DJAI”, señala Gustavo López, titular del Centro de Despachantes de Aduana (CDA), que agrupa a unos 4.000 profesionales del rubro. “Muchos despachantes están uniendo puntas entre importadores y exportadores, aunque no es su actividad principal. Lo hacen para poder seguir operando”, dice López.
En línea, otra fuente vinculada al sector, que prefiere escudarse en el off the record, aclara que esta modalidad comenzó a funcionar hace unos dos años y a tomar fuerza en el último. “De todos modos, las alianzas tampoco garantizan que luego se pueda importar. Hay gente, que hizo convenios que tienen más exportaciones que importaciones, que se queja de que no le están autorizando los ingresos”, advierte.
“Son alianzas que se generan por necesidad, cuando un despachante tiene un cliente importador y otro exportador; asocia las dos puntas y adelante y hacen una especie de joint venture para poder trabajar”, agrega otra fuente.
Un freno a la actividad
Dos de cada 10 pymes industriales argentinas necesitan insumos importados para su proceso de producción, mientras el 62% de ellas no pueden producirlo ni adquirirlo en el mercado interno, según un informe de la Fundación Observatorio Pyme (FOP).
Entre las más afectadas del sector pyme, figuran industrias como la del vidrio, textil, productos de cuero, calzados, edición e impresión, autopartes y aparatos electrónicos, entre otros.
Si bien importar no está, técnicamente, prohibido, “las trabas y demoras en la aprobación de estos formularios generan atrasos en la producción y cierto malestar en algunos sectores industriales”, admite Vicente Donato, director de FOP. “Aunque, en otros casos, la ausencia de competencia en el mercado interno beneficia, circunstancialmente, a algunas industrias”, agrega el especialista.
“Las restricciones a la importación afectan a toda la cadena productiva, desde los bienes e insumos más básicos hasta aquellos artículos considerados suntuarios”, advierte Ponce. Sin ir más lejos, “hay departamentos de alta gama que no se pueden entregar porque falta el jacuzzi que figuraba por contrato y, en el otro extremo de la pirámide de consumo, hay beneficiarios del plan trabajar que no están cumpliendo tareas porque no se consiguen repuestos para podadoras y cortadoras de césped”, ilustra.
Según Ponce, “si se siguen limitando las importaciones, esto va a impactar en la generación de empleos y en las exportaciones también, porque muchas empresas necesitan importar insumos y capital de trabajo para poder exportar”.
En CIRA, manejan un listado de ‘productos demorados’ que supera los 1.500 ítems en rubros como construcción, equipamiento médico y para la industria de Oil & Gas, reactivos de diagnóstico, computación, iluminación y pinturas, entre muchos otros.
Una de cal y otra de arena
“Hay problemas con los repuestos y no se consiguen agujas para las máquinas de coser industriales”, se queja por lo bajo Gustavo Dellacha, titular de Podium, una fábrica de medias deportivas, vinchas y muñequeras que emplea a ocho personas. “Hasta el año pasado, exportábamos a los países limítrofes, pero los costos internos crecieron, tenemos 5% de retenciones y el tipo de cambio tampoco acompaña”, describe Dellacha. “Si lo que se pretende es proteger la producción nacional, no creo que resulte. Cuando no hay competencia, la industria no progresa”, define.
Por falta de una válvula que representa menos del 3% del valor del producto terminado, Claudio Teler, titular de Oxavita, un fabricante de cámaras hiperbáricas, dice tener demorada su producción y entrega a clientes internacionales. Teler fundó su compañía en 2009 y accedió a capital semilla por $ 30.000 y un Programa de Apoyo a la Competitividad (PACC) de la Secretaría Pyme por $ 80.000.
En la actualidad, produce estos equipos de uso médico por un valor de $ 150.000 la unidad, cuando este tipo de equipamiento importado alcanza un valor de u$s 300.000.
Las cámaras hiperbáricas se utilizan para el tratamiento de diversas enfermedades, a través de la oxigenación de los tejidos: desde una mejora en la calidad de vida de pacientes autistas o que han sufrido un ACV, hasta la reducción de inflamaciones y contracturas en deportistas.
“Traté de desarrollar proveedores locales para las válvulas pero perdí tiempo y dinero. Necesito importarlas porque se me termina el stock”, comenta Teler, desde el stand de Tecnópolis, donde exhibe su producto.
Por su parte, sus vecinos en la megamuestra de Arte Ciencia Tecnología e Innovación, Miguel Galante y Santiago Scaine, creadores de Replikat, una fábrica de impresoras 3D, muestran un costado positivo de las restricciones. “Se nos acercan emprendedores y empresarios que, a falta de repuestos para algunos equipos, utilizan nuestras impresoras para fabricárselos ellos mismos a medida”, confiesan.
La firma se constituyó con el apoyo del programa PACC Emprendedores de la Secretaría Pyme el año pasado, a partir de la necesidad de sus fundadores de contar con piezas para distintos proyectos de diseño. La tecnología de estas impresoras 3D permite crear objetos y mecanismos, partiendo de un modelo digital que trabaja sobre distintos materiales como plásticos, resinas, metales y hasta comestibles como el chocolate.
El contexto plantea nuevos desafíos. Quizá la búsqueda de alianzas entre exportadores e importadores se convierta en una práctica cada vez más habitual aunque los resultados no estén garantizados. Al menos, hasta que la macro argentina cambie, nuevamente, las reglas de juego.
Fuente: Diario La Nación