Por: Reinaldo Fioravanti (*)
La pandemia del COVID-19 llevó a un nuevo nivel la discusión sobre las cadenas de suministro globales y ha desencadenado debates en diferentes niveles de la sociedad y los gobiernos sobre cómo las empresas obtienen, fabrican y distribuyen sus productos y cómo gestionan su riesgo y responsabilidad social. Hemos visto, durante los meses y años que duró la pandemia a un nivel sin precedentes, no solo directores ejecutivos de grandes corporaciones, sino también presidentes y primeros ministros discutiendo las cadenas de suministro.
Muchas de las conversaciones durante la pandemia han girado en torno a productos esenciales como suministros médicos, respiradores o equipos de protección, pero también incluyeron bienes de consumo, ya que la cadena de suministro de alimentos se interrumpió en muchos niveles, y la industria de la confección, con sus prácticas laborales problemáticas que dejaron a muchos trabajadores abandonados durante la pandemia.
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Las cadenas de suministro mueven productos que son esenciales para nuestro estilo de vida pero que nunca nos damos cuenta de la complejidad de las redes de empresas, personas y tecnologías que se necesitan para que esto suceda. La pandemia pide una reflexión:
¿Las cadenas de suministro globales son resilientes? ¿Qué papel desempeñan los gobiernos para hacerlos más resilientes y sostenibles? ¿Podemos aprender algo de esta pandemia?
Yo solía trabajar como gerente de cadena de suministro en una gran empresa de tecnología hace aproximadamente una década. Mi función era definir la mejor estrategia de abastecimiento y fabricación para llevar nuestros productos al mercado, incluyendo, por ejemplo, establecer fábricas en China y almacenes en México para vender productos en Brasil. El concepto de gestión de la cadena de suministro estaba en su apogeo, pero nos dimos cuenta de que había riesgos que debían gestionarse. Desde entonces, las cadenas de suministro evolucionaron para volverse aún más globales, pero aparentemente las prácticas de gestión de riesgos no siguieron.
Keith Oliver, el padre del concepto de cadena de suministro, describió recientemente en un artículo (*) los tres riesgos clave que enfrenta cualquier cadena de suministro. Muchos de estos riesgos se han materializado en 2020 y las empresas se dieron cuenta de que no estaban preparadas:
- Riesgos internos, como los trabajadores que se declaran en huelga.
- Riesgo externo, como una guerra comercial que aumenta los aranceles.
- Actos de la naturaleza, como una pandemia.
Probablemente todos podamos estar de acuerdo en que la gestión de las cadenas de suministro es principalmente un negocio privado. Los gobiernos deberían tratar de no interferir o tratar de decirle a las empresas privadas qué hacer. Sin embargo, la pandemia provocada por el COVID-19 nos ha demostrado que existen asimetrías y fragilidades que no fueron solucionadas por el mercado. Por eso hay un rol que pueden jugar las políticas públicas, principalmente para hacerlas más resilientes, sostenibles y justas. Algunas de estas asimetrías fueron evidentes durante la pandemia:
- El aumento en la demanda de equipos y suministros médicos no fue fácilmente satisfecho por las empresas individuales.
- Los productores agrícolas estaban tirando la producción porque sus grandes clientes, los restaurantes, estaban cerrados, y no podían establecer nuevos canales de distribución fácilmente.
- Los países que son importadores netos de alimentos se enfrentaron a importantes trastornos que amenazaron la seguridad alimentaria y exacerbaron el impacto económico del COVID-19.
- Exportadores de materias primas de la región enfrentaron nuevas regulaciones para exportar sus productos.
- Las pequeñas y medianas empresas conectadas a las cadenas de suministro regionales y mundiales se enfrentaban a problemas de liquidez y no podían sobrevivir.
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A pesar de los desafíos, hay algunas oportunidades. Los países de América Latina y el Caribe, dentro de una ola de relocalización productiva, podrían experimentar un impulso en sus exportaciones de manufacturas, especialmente textiles y electrónicas.
Grandes empresas, como Ford e Intel, han llevado a cabo planes para mover producción desde Asia a la región, respectivamente a México y Costa Rica, y muchas otras como Apple, Nike y Adidas, anunciaron planes similares. El objetivo de esas empresas es relocalizar la producción cerca de su mercado consumidor, intentando así reducir los riesgos de que la cadena se rompa y tener un monitoreo más cercano de sus proveedores.
Más allá de las fragilidades puestas de manifiesto durante la pandemia, hay muchas intersecciones entre las cadenas de suministro y las políticas públicas que deben abordarse en nuestros países:
- Proporcionar una buena infraestructura logística (puertos, aeropuertos, ferrocarriles, carreteras).
- Modernizar las regulaciones fronterizas, como las inspecciones aduaneras y sanitarias.
- Reducir u optimizar los aranceles e impuestos.
- Desarrollar el capital humano y crear un entorno donde las medianas y pequeñas empresas puedan integrarse en el suministro regional y global.
- Además, el advenimiento de la tecnología y la digitalización también será un cambio de juego que requerirá incentivos, monitoreo y comprensión por parte de los responsables políticos.
En resumen, sí, los gobiernos tienen un papel que desempeñar en las cadenas de suministro y hay oportunidades para nuestra región.
Los gobiernos deben además colaborar con el sector privado para comprender la dinámica de las cadenas de suministro nacionales, regionales y mundiales y cómo están interconectadas. La política industrial y la política comercial deben incorporar este punto de vista, y los gobiernos deben monitorear el desempeño y los riesgos para responder de manera eficiente con regulaciones e inversiones cuando se requieran.
(*)Líder en la División de Transporte del BID. Máster en Supply Chain Management del MIT/ZLC