*Autor: Santiago Vesga, Director de Proyectos de CITET (España).
En un escenario empresarial cada vez más interconectado, dinámico y competitivo, la trazabilidad se ha convertido en una pieza estratégica para el control, la eficiencia y la seguridad de los flujos de bienes. Ya no es una herramienta limitada a cumplir requisitos normativos: es un elemento transversal que impacta en la calidad del servicio, la sostenibilidad, la transparencia y la capacidad de respuesta ante imprevistos.
El concepto, aunque asentado desde hace décadas, ha evolucionado de forma acelerada. Sectores como el alimentario o el farmacéutico fueron pioneros en establecer sistemas de seguimiento por razones de seguridad y salud pública. Sin embargo, el auge del comercio electrónico, la globalización de las cadenas de suministro, la creciente presión por optimizar costes y la demanda de información en tiempo real por parte del cliente final han elevado las exigencias a un nivel sin precedentes. Hoy, el seguimiento exhaustivo de cada producto ya no es opcional: es un requisito para operar con éxito en un mercado global.
De un control básico a un ecosistema digital complejo
En sus primeras fases, la trazabilidad se basaba en procedimientos manuales y aislados. Los registros en papel, las hojas de cálculo y las comprobaciones puntuales eran la norma.
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Estos métodos, aunque funcionales en contextos de baja complejidad, resultaban lentos, propensos a errores y difíciles de escalar. La introducción de tecnologías como el código de barras y, más tarde, la identificación por radiofrecuencia (RFID), marcó un punto de inflexión, permitiendo automatizar la captura de datos y garantizar una mayor fiabilidad.
Con la digitalización, el concepto dio un salto cualitativo. Hoy en día, las soluciones en la nube, integradas con sistemas de gestión empresarial (ERP) y de gestión de almacenes (WMS), permiten recopilar datos en tiempo real desde múltiples puntos de control y compartirlos de forma inmediata con todos los agentes implicados. La inteligencia artificial, el Internet de las Cosas (IoT) y la analítica predictiva han transformado la trazabilidad en un instrumento de anticipación: ya no se limita a registrar lo ocurrido, sino que ayuda a prever incidencias antes de que sucedan.
El cambio no ha sido únicamente tecnológico. También ha supuesto una evolución cultural y organizativa. La trazabilidad exige colaboración y confianza entre todos los actores de la red de valor, desde el proveedor inicial hasta el cliente final. Requiere que los procesos internos se adapten, que el personal reciba formación específica y que la información fluya sin barreras.
Lea la nota completa en la Revista Énfasis Logística (pag. 35)

