En dicho año Bridget Driscoll, una ciudadana de Londres, murió atropellada por un vehículo a motor. Al respecto opinó para Télam Axel Dell`olio, Lic. en Seguridad Vial y Transporte y titular de la Asociación para la Disminución de Siniestros Viales (ADISIV).
Cuando imaginamos una víctima por siniestro vial, el imaginario colectivo nos representa a un pibe en una moto, sin casco, a 200 kilómetros por hora, o un auto haciendo zigzag en una autopista congestionada. Pero la realidad es que cuando nos adentramos en los datos, encontramos que en las grandes ciudades del país más del 40 por ciento de los muertos por inseguridad vial simplemente van caminando.
Por un lado correspondería identificar la problemática para actuar en consecuencia, y eso nos incluye a todos los que conformamos el ecosistema vial. Porque muchas veces como usuarios le demandamos al Estado que cambie normas pero luego son los mismos usuarios quienes las transgreden.
Luego, debemos ir por la cultura vial de modo estratégico y planificado. Lamentablemente y porque los números así lo indican, el Estado no está logrando convencer acerca de la responsabilidad individual de cada actor de la movilidad. Las víctimas por siniestro vial en la Argentina, no bajan de 5.000 al año, más de 10 fallecidos por día por causas evitables.
Hace pocos días tuvimos la posibilidad de participar en el Congreso de Prevención de Lesiones Infantiles (Prevcon), que organiza Safe Kids Worldwide, en Washington, Estados Unidos, donde fuimos reconocidos, entre 42 países, como Miembros Destacados de la Red Internacional, por el trabajo realizado como organización no gubernamental en Argentina, y, junto a más de 500 expertos de distintos ámbitos, analizamos una innumerable cantidad de cuestiones que ponen en riesgo la vida de nuestros niños.
La siniestralidad vial infantil es motivo de preocupación a nivel global, pero, mientras colegas de países de Europa se preocupan por la inminente irrupción de vehículos autónomos, en Argentina sólo 3 de cada 10 menores de edad son trasladados con Sistema de Retención Infantil (SRI) acorde a su altura, peso y edad ¡bien colocado!
Para volver al peatón, y siguiendo a George L. Kelling y Catherine Coles, autores de la Teoría de las ventanas rotas, creo que debemos comenzar por mejorar el entorno. Los autores analizaron un experimento realizado por el psicólogo, Philip Zimbardo, en 1969. Primero abandonó un coche en las calles del Bronx de Nueva York, sin placas y con las puertas abiertas. A los pocos minutos empezaron a robar sus componentes, luego de unos días no quedaba nada de valor hasta que lo destrozaron.
En una segunda parte, Zimbardo abandonó otro coche, en un barrio rico de Palo Alto, California. Durante la primer semana no pasó nada, entonces, el psicólogo machacó algunas partes de la carrocería con un martillo. Al cabo de unos pocos días el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.
El mensaje, que se utiliza frecuentemente en criminología, es contundente: el ser humano mientras se siente observado y en un estado de orden, cuida el orden, una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen en armonía una comunidad, tanto el orden como la comunidad se deterioran.
Transitar veredas amplias, delimitar y señalizar los espacios para peatones, ciclistas, motociclistas, camiones y vehículos, hace que las ciudades sean más seguras.
En Argentina, vemos muchos cristales rotos. Es tiempo de tomar en serio la problemática, y generar señales claras para comenzar a disminuir la cantidad de víctimas fatales y lesiones por siniestralidad vial.
(*) Lic. en Seguridad Vial y Transporte. Titular de la Asociación para la Disminución de Siniestros Viales (ADISIV). Gerente de Safety Group.