Por: Carlos Pinto (*)
Mucho se ha conversado de las Entregas Certificadas en el ámbito de los negocios, en particular desde su difusión académica hace varios años atrás.
Para muestra basta un botón, dicen. Por caso, en Planexware, empresa que dirijo contabilizamos más de 150.000 Avisos de Embarque cursados entre empresas desde 1996. Algunas de estas firmas están haciendo Entregas Certificadas.
El argumento acerca de la lentitud para introducir la tecnología no identifica que, en realidad, esto es consecuencia de la falta de confianza en la contraparte. Es decir, los fundamentos tecnológicos quedan relegados en su incidencia.
También se insiste acerca de la importancia de los “documentos standard internacionales” como la clave del éxito para implementar las Entregas Certificadas. La historia nos demuestra que esos documentos estándar no son una condición necesaria y mucho menos suficiente para avanzar con la adopción de las Entregas Certificadas. Los documentos estándar son ordenadores y preferentes en su uso. Pero seamos claros, una implementación exitosa de las Entregas Certificadas puede tranquilamente lograrse con documentos diseñados bajo el acuerdo del cliente y proveedor. Sobran los ejemplos.
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Si la tecnología en cualquiera de sus variantes no es la clave del éxito de la difusión de una práctica altamente performante como las Entregas Certificadas, ¿dónde se identifica el cuello de botella? Hablamos de confianza, pero también tenemos que señalar a la trístemente célebre “viveza criolla”. Esta se transforma en un veneno letal para este tipo de acuerdos entre personas de diferentes organizaciones, con culturas y valores diferentes.
¿Cómo hacer converger comportamientos en un “nosotros”, esa particular amalgama que permite a un grupo de personas, de distintas compañías, operar como si se tratara de una misma organización? ¿Cómo lograr que orienten sus esfuerzos a un objetivo común, que se traducen en palpables beneficios para ambas partes?
Habrá que analizar si conviene convocar a un Logístico, a un Informático o a un Psicólogo para resolver este desafío.
Pensemos un momento en porque esta práctica de la Entrega Certificada es moneda común en países como Japón. En pleno Mundial de fútbol, pudimos ver hace unos días a los hinchas japoneses limpiando los desperdicios de las tribunas del estadio antes de irse. O los festejos en las calles de Tokio limitando su entusiasmo al respeto de los semáforos. Este es el mejor ejemplo de educación y respeto que habla de un pueblo donde el acuerdo y la palabra empeñada son sagrados. Allí se encuentra un terreno super fértil para poner en funcionamiento prácticas que, como la Entrega Certificada, requieren de muchísima confianza entre partes.
No es la intención dejar un mensaje negativo. Solo pretendo evidenciar el nudo del problema y creo firmemente que es necesario seguir insistiendo y, como los misioneros, bregar por el uso de estas prácticas superadoras. Las dificultades seguramente se presenten, multiplicadas.
Queda la inquietud, al menos. Así como la sugerencia de mirar el asunto de frente. Quizás sea un camino que demande tiempo, pero en el interín será importante abrir la escucha a las necesidades de todo el ecosistema en el que se insertan las empresas. Acaso las grandes compañías tengan una responsabilidad extra en la promoción de estas buenas prácticas. Los partners tecnologógicos también deberemos acompañar con todo nuestro know-how y una clara comunicación del valor de las entregas certificadas.
Vale recurrir de nuevo al legado de Ortega y Gasset. En su célebre discurso en La Plata de 1939, dijo “Argentinos a las cosas…”. Allí iremos.
(*) Presidente de Planexware.
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