La creciente complejidad en el mundo de los negocios, la globalización de las industrias y las altas expectativas de los clientes, han llevado a que la competitividad de las empresas dependa cada vez más de cómo se gestionan las relaciones con proveedores, clientes y otros participantes del mercado.
El entorno competitivo emergente hace que el esfuerzo individual que realiza una empresa para garantizar su éxito no sea suficiente. Surge así la necesidad de crear y desarrollar relaciones estratégicas y de largo plazo con otros actores del mercado que resulten beneficiosas y fructíferas para ambos y que les permitan alcanzar sus propios objetivos, bajo un esquema de negociación en el que todos ganen (win-win).
El valor del conocimiento
Las actividades colaborativas facilitan a las empresas recursos y conocimientos específicos que nunca tendrían si realizasen su proyecto en solitario. La generación de relaciones sinérgicas entre organizaciones les permite acceder al activo más importante para el desarrollo de capacidades estratégicas: el conocimiento. La necesidad de trabajar mancomunadamente se proyecta también dentro de las propias organizaciones, a través de la implementación de proyectos en red y estructuras organizacionales planas que privilegian la conexión y comunicación entre los miembros del equipo.
Las ventajas que surgen de la creación y fortalecimiento de relaciones estratégicas entre empresas, como se ha mencionado anteriormente, son numerosas y de gran importancia para las organizaciones en el contexto competitivo actual. Pero, ¿sabrán aprovecharlas las empresas? Los conflictos de intereses, los juegos de poder y la falta de seguridad y confianza para compartir el conocimiento, representan importantes restricciones que atentan contra el mantenimiento de alianzas estratégicas. Los directivos tienen que impulsar en sus empresas una cultura colaborativa abierta a la innovación y el aprendizaje permanente, trabajando para ello en la confianza y en la coordinación. Algunos de los factores claves que deben tenerse presente a los fines de asegurar el éxito en la colaboración son los siguientes:
– Relaciones basadas en la confianza mutua.
– Definición clara de las funciones y responsabilidades atribuidas a los miembros.
– Dotarse de sistemas que integren y centralicen la información y que permita su rápida difusión.
– Fomentar una cultura abierta a la innovación y al aprendizaje continuo.
– Usar métricas de rendimiento que permitan evaluar cómo contribuye cada organización miembro al logro de los objetivos comunes.
A las agrupaciones de empresas y otras instituciones, relacionadas entre sí, pertenecientes a un mismo sector o segmento de mercado y que colaboran para ser competitivas se las denomina usualmente «CLUSTER». Los ejemplos más conocidos de este tipo de agrupación son los de Silicon Valley en California, la industria del calzado en Nueva Hamburgo (Brasil), los de electrónica y programas de computación en Bangalore (India) o de instrumentos quirúrgicos en Pakistán. En nuestro país, destaca la industria quesera en Villa María (Córdoba) que agrupa a más de 900 tambos; los productos de madera de bosque implantado en Misiones; la industria del calzado en La Matanza o la producción de muebles en la provincia de Santa Fe, entre muchos otros.
Un plan estratégico de negocios
Para que la implementación de un clúster o grupo estratégico de empresas sea efectiva, debe comenzarse por identificar a los componentes críticos (grupos empresariales) y a los proveedores que integrarán la cadena productiva, en función del perfil de las empresas participantes y las necesidades del grupo. Es de fundamental importancia en esta instancia efectuar un correcto diagnóstico del entorno y un análisis del comportamiento global y regional de la industria en particular. Los objetivos del grupo se plasman en el diseño de un plan estratégico de negocios, el que deberá especificar las tareas y responsabilidades de cada uno de los miembros y la calendarización de los proyectos o tareas que deben efectuarse para cumplir en tiempo y forma con las metas fijadas.
A modo de conclusión, podemos afirmar que en economías emergentes como la nuestra, desarrollar esquemas colaborativos representa un gran potencial de crecimiento fundamentalmente para las pequeñas y medianas empresas (PyMES), impulsoras y grandes protagonistas de la economía argentina. En nuestro país alrededor de 10.000 empresas, que emplean a más de 80.000 personas, forman parte y se benefician de la gestión colaborativa.