Por: Ing. Alexander Eslava Sarmiento (*)
Muchos sectores industriales se han visto afectados, desde alimentos hasta semiconductores. La guerra ha acelerado el cambio de abastecimiento global a regional que ya había comenzado, induciendo también a muchas empresas occidentales a reducir su dependencia de China para componentes y productos terminados y de Rusia para fuentes de energía y materias primas más importantes del mundo. Rusia es una fuente importante de muchos de los 35 minerales críticos que el Departamento del Interior de EE. UU. considera vitales para los intereses económicos y de seguridad nacional de la nación.
El impacto de la guerra ha revelado cuán amplia se ha vuelto la interconexión. Según estimaciones fiables, cerca de 300.000 empresas de Estados Unidos y Europa tienen proveedores en Rusia y Ucrania, una demostración de lo interconectado que está el mundo actual. Por tanto, El conflicto bélico en Ucrania ha puesto de manifiesto los riesgos de la dependencia de Europa de los suministros energéticos de Rusia, en particular en lo que respecta al gas y el petróleo.
Te puede interesar: Escasez global de contenedores marítimos
Así, dos tipos de riesgos se destacan por sus efectos en toda estructura de las Cadenas Globales de Suministro: en primer lugar, la dificultad para encontrar sustitutos. La fabricación moderna utiliza una amplia variedad de insumos que no son fácilmente reemplazables, lo que amplifica los efectos de cualquier tipo de perturbación. Es probable que el conflicto en Ucrania tenga un efecto negativo duradero y profundo en la escasez de semiconductores, lo que afectará a muchas industrias, desde fabricantes de automóviles hasta fabricantes de computadoras.
Un segundo riesgo es que en las CGS modernas, altamente interrelacionadas, generan eventos indirectos que afectan las economías de otras naciones. Por ejemplo, Rusia y Ucrania son los principales productores de trigo y maíz (29% de los dos países juntos). La escasez en los mercados mundiales de trigo, cebada y maíz tiene efectos negativos en la producción de pan, pasta y otros productos derivados de los cereales, no solo en los países que importan en grandes cantidades de Ucrania y Rusia, sino también a nivel global. Además, Rusia es uno de los principales proveedores de materias primas para producir fertilizantes. Si cesan las exportaciones de estas materias primas desde Rusia, los precios de los fertilizantes aumentan. El mismo efecto se produce por el aumento de los precios de la energía necesaria para producir cierto tipo de materias primas utilizadas en la producción de fertilizantes como el amoníaco.
Es probable que el aumento de los precios de la energía provoque escasez de fertilizantes con consecuencias de largo alcance, ya que casi la mitad de la producción mundial de alimentos depende de los fertilizantes. Los efectos indirectos se complicarían aún más por las decisiones de acumular existencias por temor a una posible escasez futura. En efecto, las empresas/organizaciones al tratar proteger sus CS de posibles riesgos están realizando ajustes, de los cuales la relocalización «offshoring-reashoring» es el denominador común. Por mencionar solo algunos: evitan concentrar partes de las CS en países/regiones políticamente inestables; invierten en formas alternativas de abastecimiento que pueden incluir una combinación de proveedores de suministro locales, regionales y globales; adoptan nuevas técnicas de reemplazo a la técnica del Justo A Tiempo (JAT) con el objeto de reducir los riesgos de interrupción de la CS; JAT significa organizar el proceso de producción de modo que implique el suministro de materias primas y componentes en espera de su transformación exactamente en el momento en que la producción lo requiere para reducir los costos y riesgos asociados con la acumulación. En JAT, la producción debe ser “halada” «pull» en lugar de “empujada” «push», lo que significa producir solo lo que se requiere por pedido específico y, por tanto, no producir para las existencias del almacén que esperan ser procesadas o vendidas.
Los efectos de la pandemia convencieron a más empresas a abandonar este concepto y cambiar a la técnica del “Por si Acaso” «Just in Case» (JIC). Es decir, mientras que JAT produce solo en respuesta a los pedidos de los clientes «pull» sin acumular existencias de seguridad, JIC produce para mantener existencias suficientes para hacer frente a cualquier fluctuación en la demanda «push». JAT reduce los niveles promedio de existencias, pero es vulnerable a los efectos de un aumento repentino de la demanda, interrupciones en la CS o errores de programación logística.
JIC tiene niveles de stock promedio más altos (en comparación con JAT) ya que tiene como objetivo anticipar cualquier interrupción en la CS. Sin embargo, tiene menores costos de producción gracias a la posibilidad de elegir los lotes de producción más convenientes. El uso de procesos JIC en lugar de JAT significa adoptar procesos de producción más resistentes, pero menos eficientes que podrían aumentar los costos, siendo la técnica más segura contra las interrupciones de la CGS
Por su parte, «offshoring-reashoring» tienen el mismo significado. Transmiten un concepto en el que una empresa manufacturera que se mudó al extranjero (deslocalización) ha decidido volver al país desde el que se transfirió originalmente. En otras palabras, relocalizar significa reintroducir la producción manufacturera en un lugar (un país) en el que anteriormente se desarrolló. La pandemia de coronavirus provocó una revisión de las políticas de deslocalización. Devolver a los países de origen la producción una vez transferido a países de bajo costo, o a países ricos en materias primas, se ha convertido en una palabra de moda en la política industrial en todo el mundo occidental. Las interrupciones de la CS causadas por la pandemia volvieron a poner en primer plano objetivos como la resiliencia económica nacional y la reubicación de productos manufacturados críticos. En la Comunidad Europea, muchos fabricantes y minoristas abandonaron una política adoptada durante años y comenzaron a preferir proveedores más cerca de los consumidores. En algunos sectores (como el farmacéutico), las empresas han recibido apoyo gubernamental para esta política.
Casi en todas partes, en los países económicamente más avanzados, los académicos y los partidos políticos han abogado por llevar la producción y los puestos de trabajo a casa. De hecho, la relocalización tiene sus debilidades. En primer lugar, no es fácil construir una nueva red de proveedores en una nueva área regional. Esto podría requerir mucho tiempo e inversión. Además, a la larga, puede ser un error abandonar un país por completo y transferir la producción a otro. Hoy, este país puede producir y exportar solo un componente, pero pronto podría convertirse en un país que compra el producto terminado al que contribuye ese componente (y cuya producción la empresa ha decidido trasladar a otro lugar). Por tanto, es necesario estar presente para seguir la evolución de la demanda y recopilar información sobre los factores de mercado que potencian la ventaja competitiva de una empresa/organización.
Te puede interesar: Logística sincromodal: gestión operativa de los flujos logísticos
La deslocalización
De hecho, entre 2018 y 2022, debido a la guerra comercial entre China y EE. UU. y a las interrupciones presentadas en las CGS provocados por la pandemia, diversas empresas se decidieron por la deslocalización «Reashoring» al menos parte de sus CS. En consecuencia, «reashoring» se convirtió en el nuevo nombre del juego global, en una nueva consigna. La deslocalización, que significa transferir la producción a otras empresas/organizaciones, ha permitido reducir costos (aumentando así las ganancias del subcontratista) y reducir la necesidad de inversiones, permitiendo que el subcontratista distribuya una mayor proporción de ganancias a sus accionistas. Así, las dificultades de suministro provocadas por la pandemia empujaron a muchas empresas, en particular a las americanas, a invertir la tendencia, realizando importantes inversiones en casa.
Intel es un ejemplo de esta nueva tendencia: en 2022, anunció un plan para la construcción dos fábricas de semiconductores en Ohio. Muchas empresas todavía se mostraban reacias a empezar a relocalizar, pero después de la invasión de Ucrania han vuelto a examinar sus opciones. Están viviendo momentos de desequilibrio y, de repente la técnica del “Por si Acaso” les suena más razonable que la del JAT. Esto evidencia el desencadenante movimiento hacia la desglobalización de las CGS. Investigaciones recientes indican que la guerra de Ucrania y una alineación más estrecha de China y Rusia modificaran profundamente el intercambio de energía, materias primas, piezas industriales y bienes entre el mundo occidental. Por tanto, China y Rusia aceleraran la tendencia de relocalización. Relocalizar significa buscar ubicaciones domésticas o, si esto no es posible, en áreas vecinas que no sean políticamente hostiles, internamente seguras y confiables.
Para algunas industrias reducir la dependencia de China y de otros países que son proveedores de miles de componentes requiere tiempo e inversiones significativas. En algunos sectores básicos, como los productos agrícolas, se trata de encontrar regiones o áreas donde se puedan sembrar y cultivar los productos básicos que mantengan la seguridad alimentaria de la nación. En cuanto a Occidente, y Europa en particular, se ha hecho evidente que cuanto más dure la guerra en Ucrania, más tendrá Occidente que desarrollar fuentes alternativas.
Para muchas empresas encontrar soluciones adecuadas en el corto plazo es la forma de sobrevivir y de construir un puente hacia el futuro.
(*) Consultor Portuario – Especialista en Logística Internacional. Colombia.